Roberto Bolaño: Monsieur Pain

(Anagrama, Barcelona, 1999 – Lateral Nº 63, febrero 2000)

 Habent sua fata libelli… sostenían los antiguos y el peculiar destino de la última entrega de Roberto Bolaño (1953) corrobora de manera ejemplar la consoladora afirmación. Escrita hace veinte años, esta novela fue presentada a un par de premios provinciales, en ambos obtuvo algún galardón e, incluso, llegó a ser publicada con el título La senda de los elefantes. “Sensini”, un conmovedor cuento de Llamadas telefónicas (1997), evoca esa imposible época de cazarrecompensas del autor chileno-mexicano-español. Pero quería el fatum que, tras un cuarto de siglo de anonimato, Bolaño se convirtiera en uno de los narradores más prestigiosos del mundo hispánico. Leer, entonces, esta flamante novela antigua bajo la luz de su fama crea la sensación de una lectura retrospectiva.

Monsieur Pain es, en principio, una novela de misterio según todas las reglas del género. El narrador y protagonista que da título a la obra es un parisino tímido y sensible que se dedica a las ciencias ocultas: la hipnosis, la curación por magnetismo y cosas por el estilo. Un buen día del año 38, una amiga suya de la que Pain está secretamente enamorado le pide curar a un suramericano que está agonizando en un hospital. Surgen todo tipo de misteriosos impedimentos y se descubre una conspiración contra el paciente. La narración de una historia de amor timorato con curación magnética se convierte en una vertiginosa pesadilla y está a punto de llegar al buen puerto adonde suelen desembarcar ese tipo de novelas de subgénero. Y sin duda llegaría si no hubiera sido escrita por Roberto Bolaño, que le da unas vueltas de tuerca tanto en el sentido jamesiano como en el bolañano: el enfermo agonizante es César Vallejo y Pain es seguidor de un tal Mesmer, cuyas enseñanzas habían inspirado al mismísimo Poe. Hay que decir que, junto a Enrique Vila-Matas, Bolaño es el escritor más literario del panorama hispánico. No en su variante argentina (literatura que versa sobre la escritura), sino en la romántica: literatura como forma de vida, existencia, riesgo y fin en sí mismo. Buena parte de su obra trata de escritores desesperados, poetas rimbaudianos, extraños destinos enganchados con la literatura.

Si bien más sencilla (pero también más dinámica) que las novelas que le dieron la fama, Monsieur Pain tiene esa astucia narrativa que la convierte en precursora de aquéllas. Al final, un epílogo narra lo que pasó con los personajes después. Estas viñetas, que otorgan una complejidad temporal al mero thriller, constituyen un eslabón tanto hacia las semblanzas que componen La literatura nazi en América (1996), como hacia las voces que narran –cual biografías apócrifas– las cuitas de Los detectives salvajes (1999). Los veinte años que median entre la escritura de esta novela y su verdadera publicación actual coinciden con la glorificación de la nueva narrativa española, pretendida mejor época de la prosa ibérica, cuando se suponía que nadie con un mínimo de talento podía pasar desapercibido. Reconforta saber que sí ha habido algo más.

Mihály Dés

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